jueves, 30 de junio de 2011

Genoveffa había estado esperando con ansia ese día.

Desde lo alto de una colina contemplaba el horrendo espectáculo. La sangre brotaba de sus múltiples heridas, unas ya estaban secas, pero otras seguían supurando en abundancia. Un sudor frío corría por su frente. Pero solo tenía fuerzas para soportar jadeante el peso de su armadura y su espada, así que le dejó deslizarse por su tostada piel. Genoveffa había estado esperando con ansia ese día que ya había llegado. No mentiré diciendo que era esto lo que ella quería. Nunca le advirtieron de las atrocidades que se vería obligada a hacer. Las manos le temblaban al ver el dolor y el pánico en sus víctimas inocentes, pero al fin y al cabo, sus víctimas.Sin embargo no vaciló ni una sola vez con la mirada. Pero tampoco bajó la guardia. La noche inundaba la ciudad y en el monte ella aguardaba, viendo los carros del ejército del César llegar cargados de esclavos y mercenarios. 
Puede que no fuera casualidad la noche en la que nos encontramos en la taberna y me contó sus andanzas.

Pero puedo asegurar que vi miedo en sus ojos cuando afirmó con voz firme y raída.
-Yo vi arder Roma.

1 comentario:

  1. me encanta tu blog, es genial! ¿nos seguimos? un beso linda, muy buena vida!

    ResponderEliminar

Si dejas comentarios, que sean sobre la entrada, blog, o alguna pregunta que tengas para mi. Por favor, no hagas spam, no visitaré tu blog si lo haces...
gracias :)