Lo sabía, lo sabía muy bien. Pero nunca se lo dijo. Le quería demasiado como para dejarle ir.
Algunos creían que era una obsesión enfermiza. Qué se yo...
Se le oía murmurar maldiciones cuando pasaba por delante de alguna de las pobres que se entrometían en su camino. Había rumores de que vertía cera hirviendo sobre sus fotos, que desde que lo conoció su mirada no transmitía nada aparte de la indiferencia que la había consumido.
Quizás eso era mejor que ver la oscuridad del agujero negro en el que se habían convertido sus pupilas...
Dicen que ninguna obsesión es buena...
ResponderEliminarAuch.
ResponderEliminarCera hirviendo.
P.