sábado, 18 de junio de 2011

La oscuridad de la noche me atrae. Los ruidos provenientes del exterior -y quizás también la rebeldía- me invitan a abrir la persiana y a asomarme por la ventana. Salir afuera y observar el espectáculo del cielo en calma desentonando con el viento que mece las ramas de los árboles y el motor de algún coche. El crujir del viento sacudiendo la persiana junto al rumor de la puerta de un coche cerrándose me enzarzan arrastrándome a descubrir las maravillas de la noche a las que nunca me he parado a prestar atención. Saldría si no fuera porque de este modo despertaría a los demás durmientes de la casa. "Demás" una palabra un tanto inapropiada teniendo en cuenta que a las tres y media de la madrugada, servidora está siendo seducida por el misterio de lo que aguarda afuera intentando cautivarme cual canto de sirena para un solitario marinero perdido por el océano.

Mi mente debate ahora en si escuchar atentamente estos estremecedores sonidos que dan pie a que mi imaginación desborde, es una sensación equiparable a la de salir y contemplar el relajante reflejo de la luna en un mar teñido de noche adornado con las perlas que son las estrellas...

Att: Jane Doe

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