Verde, amarillo, naranja, violeta, rosado, azul, dorado. amaranto, añil, ámbar, azul cobalto, azul egipcio, berenjena, beige, bermellón, cardo, carmesí, castaño, cerceta, dulcamara, esmeralda....
Una infinidad de colores iluminaban la habitación, gracias al agua que caía entre los dos cristales de la ventana, y que al ser travesada por la luz del sol, proyectaba en las paredes un mural de arco-iris.
Las paredes eran blancas, sus cabellos castaños, sus ojos grises, y sus labios iban teñidos de carmín.
Y pese a vivir en un mundo donde todo era de color y donde siempre le habían intentado proteger de la ausencia de ello, nunca pudieron evitar que su corazón fuera negro.
Todos la conocen ahora, en su mundo, en el nuestro, en el de otros...
Es imposible no hacerlo. Su mirada fría se clava en lo más profundo del ser de todos. Provoca que su corazón se paralice unos segundos, y les corta la respiración.
Hace siglos que murió, pero la muerte todavía no se ha atrevido a decírselo...
Un relato espectacular. Ahora yo también la conozco.
ResponderEliminarEl principio me ha hecho recordar veranos pasados.
Un beso!
¿Quién demonios será?
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