Tenía una mirada dulce y un gato.
Hacía pasteles y se le olvidaba enfadarse. Era feliz, sin motivos, simplemente, lo era.
Quizás fue eso lo que la empujó a marcharse. Le gustaban los retos, y aquí la vida era demasiado monótona para ella.
Nunca dijo a donde iba, puede que no lo supiera ni ella.
Nadie la había vuelto a ver.
Hasta ayer, en París.
Todo el mundo la vio saltando desde un edificio.
Cayendo, precipitándose contra el suelo.
Maldita sociedad...
Esta maldita sociedad nos vuelve locos a todos.
ResponderEliminarLa entiendo.. a veces transtorna
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