miércoles, 5 de octubre de 2011

I never once thought, I'd ever be caught.

Su débil pulsación se confundía con el tictac de las manecillas de su reloj de pulsera.
Una nube de confusión volaba, y giraba lentamente sobre su cabeza.
Sus últimos segundos en la tierra...
Te ofrecimos esto, este es el precio. Si lo quieres bien, y si no, allá tu.
Maldita codicia.
Malditos bastardos.


El sol no brillaba con fuerza, puesto que eran las siete de la tarde, un 5 de octubre de 1984.
El frío aire de Munich calaba cada uno de los huesos de su moribunda figura.
Había compuesto su propio réquiem. 
Ahora venía el solo de contrabajo.

2 comentarios:

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